LEO Y EL LEON DE NEMEA

El trabajo de Hércules asociado al signo de Leo es el del León de Nemea, una fiera sanguinaria, salvaje e indómita que el héroe debía matar para asegurar la superviviencia de los habitantes de la región. Tras la realización de los cuatro trabajos anteriores, Hércules se sentía orgulloso de sí mismo, y descansaba plácidamente meciéndose en el recuerdo de sus gestas anteriores, en especial el de la captura de la Cierva Sagrada de Cerinia, el trabajo de Cáncer, que exigió por parte del héroe el cultivo de la intuición para llevar a cabo sus fines. Euristeo, el Maestro de Hércules, le encomendó la tarea de matar al terrible León de Nemea, un fiero animal que se paseaba por la región devorando y destrozando, y al que las flechas nada podían hacerle. Al escuchar los gritos de terror de los lugareños de Nemea, Hércules decide por fin salir de su ensueño particular, se arma de un solo garrote y se encamina hacia el terrible mosntruo dispuesto a cumplir con su sagrada misión.

La tarea no es fácil debido a la astucia del animal, que una y otra vez logra engañar al héroe cada vez que éste intentaba acorralarlo junto a los matorrales. En su persecución, logra arrinconarlo en una cueva, en la que se interna para poder al fin acabar con él. Sin embargo, pronto se da cuenta de que la cueva poseía dos entradas, y que cada vez que Hércules entraba por una de ellas para asediar al león, este salía por la otra abertura, burlándolo de nuevo. Finalmente, el héroe consigue acorralarlo tras taponar una de las entradas de la cueva con piedras, ramas y matorrales, y cuando por fin se encuentra ante el León, se despoja de su garrote y, armado únicamente de su coraje, con sus manos, desnudo de armas, se enfrenta en un cmbate cuerpo a cuerpo con la bestia, abrazándolo hasta que consigue ahogarlo y estrangularlo. Tras su victoria, Hércules se enfunda la piel del león, sustituyéndola por la que tenía, y se encamina hacia las gentes de Nemea con gesto triunfante, liberándolas así de su largo sufrimiento.

En realidad, el León de Nemea es la personalidad bruta y sin refinar, el yo más indómito y salvaje, mientras que Hércules representa el ego consciente que debe aprender a dominar la parte más salvaje de sí mismo. El estado de ensoñación y de recreo que el héroe tenía de sí mismo antes de emprender su tarea es característico de muchos Leo. Por otro lado, no deja de llamar la atención que el héroe matara a la bestia en la oscuridad de una cueva, lejos de miradas externas. A pesar del deseo de brillar, del individualismo y el deseo de destacar por su coraje y fuerza, Leo es un signo que debe aprender a refinar y modelar las pasiones de su propio Fuego, el exceso de personalidad, que, fuera de control, solo consigue crear el terror en los demás y que huyan de su presencia. Como signo de Fuego que es, Leo puede ser bastante insensible ante las reacciones de los demás cada vez que exhibe su poder y su deseo de alcanzar reconocimiento y prestigio. Solo en la oscuridad de una cueva, luchando contra sí mismo, Leo obtiene el premio que persigue, que, a la larga, se convierte en el reconocimiento de los demás y en su aplauso. Hércules no hizo otra cosa que obedecer a su maestro Euristeo, su guía en el camino hacia la Divinidad, pero también realizó un impagable servicio a las gentes de Nemea, convirtiéndose en un héroe y un salvador de la región.