La sonrisa del famoso retrato de Leonardo da Vinci de la Mona Lisa goza de un justificado renombre y su significado ha sido y sigue siendo objeto de controversia. Al menos en una ocasión, esta famosa dama del arte debió tener motivos para adoptar esa expresión misteriosa, pues, como comentaba un periódico parisino de la época del robo, se había fugado, provocando gran revuelo.
Leonardo pintó su obra maestra en Florencia entre 1503 y 1506. Era el retrato de Mona Lisa, segunda esposa de Zanobi del Giocondo, razón por la que también se la conoce como La Gioconda. No cabe duda de que Leonardo tenía este cuadro en gran estima, pues cuando emigró a Francia se lo llevó. Finalmente lo adquirió Francisco I por cuatro mil monedas de oro. Se exhibió en los palacios reales de Fontainebleau y Versalles y es probable que adornara el dormitorio de Napoleón en las Tullerías. En 1804, el famoso cuadro fue donado al Museo del Louvre de París.
Un día de 1911, uno de los conservadores del museo observó que la Mona Lisa no estaba en el lugar de costumbre. Comentó en broma con sus colegas que debían haberla trasladado para impedir que la robaran, pero no sospechó nada raro. Cambiaban el cuadro de sitio con frecuencia para tomar fotografías, hacer copias o grabados.
A la mañana siguiente, el general Poupardin, encargado de la seguridad del Louvre, también notó la ausencia del cuadro, pero pensó que se lo habrían llevado para fotografiarlo. Alrededor de las nueve de la mañana, Louis Béroud, un pintor que estaba terminando un cuadro de la sala en la que se encontraba la obra maestra, preguntó por su paradero. Le dijeron que lo estaban fotografiando, pero como a mediodía aún no lo habían devuelto, rogó a Poupardin que hiciera averiguaciones. Éste volvió y le comunicó sonrojado la terrible noticia de que, tras haberlo buscado concienzudamente, no encontraba el cuadro por ninguna parte.
El mundo entero reacciona
Cuando la prensa se enteró de la noticia, aquella misma tarde, la recibió con incredulidad. En un periódico, el suceso apareció bajo el sencillo titular de «¡Inimaginable!». Para los habitantes de París, profundamente enamorados de sus tesoros artísticos, era un delito monstruoso. Muchos se negaron a creerlo. Decían que se trataba de un truco para demostrar la vulnerabilidad del cuadro, para poner en apuros a algún funcionario o para vender más periódicos. Intervino el prefecto de policía y se procedió a un examen sistemático del Louvre. Cuando se inauguró, en 1793, el museo más importante de Francia sólo albergaba ciento cincuenta y cinco objetos, pero en la época del robo ocupaba unas veinte hectáreas, albergaba más de quinientos mil objetos y en él había un verdadero dédalo de cámaras subterráneas de almacenamiento. La revista L’Illustration ofreció una recompensa de cuarenta mil francos a quien devolviera el cuadro, sin hacerle preguntas; Paris-Journal elevó la oferta a quinientos mil. La policía logró reconstruir el robo. Probablemente, el ladrón se había escondido en el edificio la noche anterior, antes de que empezaran a aparecer los guardias, y había descolgado el cuadro de la pared. Entró en uno de los almacenes, arrancó el lienzo del marco y se lo llevó. Desenroscó el pomo de una puerta y al salir se topó con un fontanero. Éste pensó que se trataba de un obrero que se había perdido y le indicó cómo salir del edificio. París estuvo alborotado durante varios meses. Todo el mundo había construido su propia teoría sobre el robo. Algunos pensaban que se había apoderado del cuadro un estudiante de bellas artes enamorado de la cara; otros, que lo había destruido un loco. Se interrogó a misteriosos desconocidos y se multiplicaron las sanciones: Théophile Homolle, conservador del Louvre, fue despedido, y se reforzaron al máximo todas las medidas de seguridad del museo.
El hallazgo del cuadro tras el robo de la Mona Lisa
La obra maestra tardó dos años en aparecer. Un día de noviembre de 1913, un marchante italiano llamado Alfredo Geri recibió una nota de París en la que le ofrecían la Mona Lisa. Al principio creyó que se trataba de una broma, pero se lo pensó mejor y enseñó la nota a su amigo Giovanni Poggi, conservador de la galería de los Uffizi. Decidieron entrevistarse con el autor de la nota, que resultó ser un joven delgado y alto llamada Vincenzo Perugia.
Éste los llevó a su casa, sacó un paquete de debajo de la cama y les enseñó el cuadro.El hallazgo de la Mona Lisa provocó casi tanta sensación como su robo. Cuando se dio a conocer la noticia hubo una pelea a puñetazos en la cámara de diputados italiana entre rivales políticos. Presionado, Perugia declaró que había cometido el robo (haciéndose pasar por un obrero para entrar en el Louvre) con el fin de restituir a Italia los tesoros artísticos de que se había apoderado Napoleón, pero los cínicos resaltaron el hecho de que “hubiera pedido a Geri la suma de quinientas mil liras por la devolución del cuadro“. Fue juzgado y condenado a un año y quince días de prisión, pero presentó una apelación y quedó libre al cabo de siete meses. Se organizó una gira para exhibir el cuadro por toda Italia, donde despertó gran expectación, sobre todo en Florencia, y después fue devuelto a los abochornados funcionarios franceses.
Es imposible calcular el valor de esta obra. No se ha puesto en venta ni se pondrá jamás, pero el New York Times señaló que Francisco I lo había adquirido por cuatro mil monedas de oro en 1506, suma equivalente a unos nueve mil doscientos dólares. A un 3 por 100 de interés compuesto, en 1913 hubiera valido 1.629.528.062, y el interés aplicado a esta cantidad aumentaría su valor a razón de 94,30 dólares por minuto…
http://oculto.eu/el-robo-de-la-mona-lisa/
por gerundio Ayer a las 19:09
